Consideramos que lo que nos distingue es la vocación.
Compromiso con las personas, con sus valores, creencias y diferencias culturales.
Compromiso con la Psicología y la Psicoterapia como ciencias al servicio del crecimiento del ser humano.
Compromiso con nuestra población de la sierra noroeste de Madrid, apostando por la mejora de su salud mental desde hace más de 20 años.
Profesionalidad en las intervenciones, avalada por un compromiso con la formación constante y el objetivo de conseguir la excelencia en la atención psicoterapéutica.
El trabajo conjunto en el que la complementariedad, la comunicación y la confianza son las bases de un equipo terapéutico sólido y consolidado.
Apertura disciplinar tanto en el ámbito de la Psicología como de la Psicoterapia. Poseemos formación en escuelas como el modelo Humanista y el Familiar-Sistémico, entre otros, sin que nos guste encasillarnos. Nos debemos a las personas y con ellas formamos equipos para una mejor atención.
La calidez en el trato nos parece fundamental cuando el sufrimiento es el vehículo que nos acerca a las personas que buscan nuestra atención.
Confianza: confiamos y creemos en las personas. Creemos en las potencialidades de las mismas y que, juntos, podemos encontrar los modos de crecer, cambiar y evolucionar transformando los sufrimientos en oportunidades para ello.
Apoyo y aceptación incondicional: creer y apostar por las personas nos lleva a aceptarlas incondicionalmente. Creemos que el terapeuta puede ser “ese otro” que ayude a reconstruir aquellos aspectos tocados o truncados en las personas que atendemos, incluso a recomponer esos “girones” que a veces quedan tras “la batalla”.
Diálogo y comunicación: la flexibilidad, la escucha activa y la “tertulia terapéutica” en torno a un café o un té compartidos.
Lo primero que habría que explicar es en qué consiste la terapia y cuándo no es necesario hacer terapia.
Por psicoterapia recogemos aquellos tratamientos de índole psicológica que, a partir de manifestaciones psíquicas o físicas del sufrimiento humano, promueve el logro de cambios o modificaciones del comportamiento, la adaptación al entorno, la salud psíquica y física, la integración de la identidad psicológica y el bienestar bio-psico-social-*espiritual de las personas y grupos tales como la pareja, la familia y otros (definición recogida de la FEAP).
La terapia o el proceso terapéutico consiste en un proyecto que incluye metas conocidas, compartidas por dos o más personas con un objetivo explícito y concreto que, de forma general, se podría enunciar como el crecimiento y la mejora a través de la experimentación de determinados cambios.
Este proyecto conocido y compartido, lo es, porque se consensua mutuamente entre las partes (terapeuta y persona/s atendida/s), generando entre sí un equipo de trabajo, terapéutico.
Así, se producen consultas en las que la psicoterapia tal y como se ha definido, no es necesaria. Por ejemplo, nos encontramos que a veces nos consultáis por dificultades relativas a la educación y maduración de vuestros hijos. En nuestro caso no somos partidarios de realizar una intervención psicoterapéutica cuando con unas orientaciones y pautas de actuación se puede atender una dificultad que no supone un problema instaurado en la dinámica familiar.
Otro ejemplo que podríamos señalar en la misma línea es aquella consulta resultante de un temor que se ha generado recientemente y que no resulta incapacitante a la hora de desarrollar una vida normalizada tal y como se conocía hasta ese momento.
*El añadido espiritual es nuestro.
Para responder a la pegunta para qué hacer terapia comenzaremos recordando que el ser humano está llamando a crecer y seguir creciendo a lo largo de la vida. Crecemos en relación. Relación con los demás y con nosotros mismos. Somos los únicos seres de la creación que podemos pensar sobre cómo pensamos, qué sentimos y valorar nuestros comportamientos. Cuando “nos compartimos” con otros/as, cuando exponemos nuestros anhelos, temores, alegrías y sufrimientos, recuerdos y angustias,…; ese/a otro puede recoger y acoger lo que tenemos y somos, es como volcar las fichas de un puzzle que nos genera desconcierto e incluso bloqueos, para buscar juntos una construcción de la imagen de ese puzzle que cobre sentido y nos permita continuar un camino que hay que seguir transitando, con más recursos, con otras garantías y capacidad de aceptación de la realidad (aunque no nos guste o no podamos modificarla). Esto es lo que hacemos con las personas que conocemos, nos conocen y en quienes confiamos. Cuando no es suficiente y se ha probado, recomendamos pasar por un proceso psicoterapéutico.
Podemos poner algunos ejemplos. En el caso de las pérdidas, digamos, irreparables hablamos de acompañamiento en el proceso de duelo.
Cuando las familias adoptivas se encuentran en el tránsito de una crisis motivada por la dificultad de aceptar la identidad sujeta a unos orígenes inciertos.
O cuando la pareja se encuentra en momentos de transición de la propia familia, desde la transición a la adolescencia, a una vida adulta o al abandono del nido pasando a ser de nuevo dos, tras años funcionando la familia siendo tres o más miembros.